Cómo pedir a Dios ORA/AGUSTIN (Sermón 80, 2, 7-8)
Pedid,
y se os dará (/Mt/0/07-08/Ag).
Y para que no te imagines que había
recomendado la oración como de pasada, añadió: buscad y hallaréis. Y para
que ni siquiera pienses que lo dijo por decir, concluyó: llamad, y se os
abrirá. Dios quiere que para recibir se pida, y para hallar se busque, y se
llame para entrar. Pero si ya el Padre sabe de qué tenemos necesidad, ¿por
qué pedimos?, ¿por qué buscamos?, ¿para qué llamamos? ¿Por qué, pidiendo
y buscando y llamando, nos fatigamos en hacerle saber lo que ya conoce antes que
nosotros? (...). Pues tú pide, busca y llama también para comprender esto. Si
la puerta está cerrada, no es como para decirte que le dejes en paz, sino para
estimularte.
Hermanos
mios, debemos exhortaros a la oración, y a nosotros junto con vosotros. Ante
los muchos males de estos tiempos, nuestra única esperanza reside en llamar por
la oración, en creer y tener fijo en el corazón que tu Padre te rehúsa sólo
lo que no te conviene. Tú conoces tus deseos; pero lo que verdaderamente te
conviene, sólo Él lo sabe. Imagínate que ahora estás enfermo y en las manos
de un médico; pues verdaderamente esto es lo que sucede, ya que toda nuestra
vida es enfermedad sobre enfermedad, y una larga existencia no es sino una
enfermedad larga. Figúrate, pues, enfermo y sometido a un médico. Te ha venido
el deseo de pedirle que te deje tomar vino, y vino nuevo. No se te prohibe,
porque a lo mejor no te perjudica; incluso puede hacerte bien. No temas: pídelo
sin miedo y sin tardanza; pero no te enfades si te lo rehusa, ni te aflijas. Si
esta confianza muestras en el hombre que cuida de tu cuerpo, ¿no has de tenerla
mayor en Dios, Médico, Creador y Reparador de tu cuerpo y de tu alma? (...)
DESEO/ORACION
ORA/CONTINUA: Hay dos suertes de beneficios: los temporales y los eternos. Los
temporales son la salud, la hacienda, el honor, los amigos, la casa, los hijos,
la mujer y las demás cosas de esta vida en la que andamos como viajeros.
Considerémonos, pues, en un mesón donde somos caminantes que han de proseguir
más allá, y no dueños. Los beneficios eternos son, en primer lugar, la vida
eterna, la incorruptibilidad del cuerpo y del alma, la compañía de los
ángeles, la ciudad del cielo, la corona inmarcesible, un Padre y una Patria;
aquél, sin muerte, y ésta, sin enemigo. Hemos de ansiar estos bienes con
vehemencia y pedirlos con perseverancia, menos con largos discursos y más con
anhelos sinceros. Siempre ora el deseo, aunque la lengua calle. Siempre oras si
deseas siempre. ¿Cuándo languidece la oración? Cuando se enfría el deseo.
Pidamos
con toda avidez, por tanto, aquellos beneficios sempiternos; busquemos aquellos
bienes con interés sumo; pidámoslos sin vacilaciones. Son dones siempre
provechosos, que nunca perjudican, mientras que los corporales a veces
aprovechan y a veces dañan. A muchos hizo bien la pobreza y causó mal la
riqueza; a muchos les aprovechó la vida privada y les hizo daño el
encumbramiento de los honores. También algunos sacaron provecho del dinero y de
los altos puestos: quienes los usaron bien; pero quienes los utilizaron mal,
salieron con daño por no habérselos quitado.
En
resumen, hermanos: pidamos los bienes temporales
discretamente, y tengamos la
seguridad—si los recibimos—de que proceden de quien sabe que nos convienen.
¿Pediste y no recibiste? Fíate del Padre; si te conviniera, te lo habría
dado. Juzga por ti mismo. Tú eres delante de Dios, por tu inexperiencia de las
cosas divinas, como tu hijo ante ti con su inexperiencia de las cosas humanas.
Ahí tienes a ese hijo llorando el día entero para que le des un cuchillo o una
espada. Te niegas a dárselo y no haces caso de su llanto, para no tener que
llorarle muerto. Ahora gime, se enfada y da golpes para que le subas a tu
caballo; pero tú no lo haces porque, no sabiendo conducirlo, le tirará o le
matará. Si le rehúsas ese poco, es para reservárselo todo; le niegas ahora
sus insignificantes demandas peligrosas, para que vaya creciendo y posea sin
peligro toda la fortuna.
TIEMPOS-MALOS/AG:
Os decimos, pues, hermanos: orad cuanto podáis. Abundan los males, y Dios ha
permitido que así sea. ¡Ojalá no hubiera tantos malos, y no abundarían los
males! ¡Tiempos malos? tiempos difíciles!, dicen los hombres. Vivamos bien. y
los tiempos serán buenos. Los tiempos somos nosotros: cuales somos nosotros,
tales son los tiempos. ¿Qué hacer, pues? Quizá no podemos convertir a todos
los hombres; procuren vivir bien, por lo menos, los pocos que me están oyendo,
y ese reducido número de los buenos soporte la multitud de los malos. Estos
buenos son como el grano: ahora se encuentran en la era, mezclados con la paja;
mas en el hórreo no habrá esta mezcla. Toleren lo que no quieren, para llegar
a donde quieren. ¿Por qué afligirnos y censurar lo que Dios ha permitido?
MAL/MUNDO-H:
Abundan los males en el mundo para preservarnos del amor al mundo. Los hombres
grandes, los santos y los verdaderos fieles, menospreciaron el mundo en todo su
esplendor; y nosotros, ahora, ¿no somos capaces de menospreciarle con todas sus
malandanzas? Malo es el mundo; pero, malo y todo, se le ama como si fuera bueno.
Pero ¿qué mundo malo es éste? Porque no es malo el cielo, ni la tierra, ni
las aguas, ni lo que hay en ellos: peces, aves, árboles... Estas cosas son
buenas. Al mundo le hacen malo los hombres malos. Pero ya que no es posible que
no haya hombres malos mientras vivimos en la tierra, elevemos a Dios nuestros
gemidos y llevemos con paciencia los males para arribar a los bienes. No
censuremos al Padre de familia, que es tan bueno. Él nos lleva sobre sí, no le
llevamos nosotros a Él. Él sabe cómo gobernar su obra. Por lo que a ti se
refiere, haz lo que te manda y aguarda el cumplimiento de sus promesas.
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