martes, 4 de agosto de 2020

B) El demonio San Agustín trata incidentalmente, en diversas ocasiones, del demonio, de su naturaleza y de su modo de tentar. Presentamos a continuación dos o tres aspectos de este misterio de la persona del demonio analizados por el Santo con su profundidad acostumbrada. Este tema aparece desarrollado principalmente en De civitate Dei, contra los gentiles adoradores de los demonios, y en su Líber contra manichaeos, quienes afirmaban la malicia substantiva de Satanás.

a) EL DEMONIO, SER BUENO, PERO CAÍDO CIUDADES-2/AGUSTIN-SAN SAS/PERFECCIÓN: Antes de que comencemos a tratar de la creación del hombre, quisiera decir algo de los ángeles "y su sociedad con los hombres, para que veáis que no existen cuatro ciudades, dos de ángeles y dos humanas, sino únicamente dos, a saber, la que está constituida por los hombres y ángeles buenos y la que esta formada por los hombres y ángeles malos" (De civ. Dei 12,1,1: PL 41,347-355).

1. Naturaleza buena, pero voluntad mala Los ángeles buenos y malos no se diferencian porque estén dotados de diversas naturalezas, sino por su propia voluntad, "porque los unos quisieron permanecer constantemente en el que es el bien común a todos, a saber, Dios en su eternidad, verdad y caridad; y los otros, deleitándose en su propio poderío, como si ellos fuesen su propio bien, se apartaron del superior, común y beatífico, para buscar el propio, y apreciando la fastuosidad de su excelencia en lugar de la excelsa eternidad, la astucia de la vanidad en vez de la verdad certísima, los deseos de cada uno y no la caridad individual, tornáronse engañadores, soberbios y envidiosos. Su felicidad consistía en unirse a Dios. Por lo tanto, habremos de entender que su desgracia estribaba en no permanecer en esta unión. Así, pues, si preguntáis por qué los unos son felices, se os contestará con razón: Porque están unidos a Dios. Y cuando preguntéis por qué aquellos otros son desgraciados, se os responderá con razón también: Porque no están unidos a Dios, puesto que no hay otro bien con el que las criaturas racionales e intelectuales puedan ser felices sino Dios". No todas las criaturas pueden ser felices, por ejemplo, las piedras ni los leños; "pero la que puede serlo no lo será nunca por sí misma, ya que fue creada de la nada, sino por Aquel que la creó; si lo consigue, es feliz; si la pierde, desgraciada. En cambio, Aquel que tiene la felicidad en sí mismo y no en otro, nunca podrá ser desgraciado, porque no puede separarse de si mismo" (ibid., 2).

2. Perfección de la naturaleza angélica del demonio "Decíamos que bien inconmutable no lo es sino el único, verdadero y bienaventurado Dios, y todo cuanto El hizo es, sin duda, un bien, porque procede de El, pero mudable, pues no salió de El, sino de la nada. Las criaturas no son ciertamente bienes sumos, puesto que Dios lo es mayor. Sin embargo, lo son muy grandes, aunque mudables, y pueden alcanzar la felicidad adhiriéndose al Bien inconmutable el cual de tal modo es el suyo, que sin El necesariamente son desgraciadas". No creáis que son de mejor condición que nosotros las criaturas que no pueden conocer la desgracia porque tampoco diremos que los miembros del cuerpo son más felices que el ojo por el hecho de que no pueden quedarse ciegos. Es más noble la naturaleza que puede padecer y alcanzar la felicidad que la que no puede padecer ni ser feliz. "Siendo esto así, aquellas naturalezas creadas en una excelencia tal que, aunque mudables, pueden conseguir la felicidad uniéndose al bien inconmutable, y que sólo siendo felices llenan una indigencia que nada logra colmar sino Dios, esas naturalezas, si no se unen a El, son viciosas. Todo vicio daña a la naturaleza, y por ello es contra naturam. Por lo tanto, el que no se une a Dios y el que vive unido no se diferencian por su naturaleza, sino por el vicio del primero". El vicio es malo; la naturaleza, buena. El ojo es hermoso; la ceguera, triste. "Este mismo defecto de los ángeles malos, que al no permanecer unidos a Dios les perjudica, como perjudica a la naturaleza todo vicio, nos demuestra manifiestamente que Dios les dió una naturaleza tan perfecta, que les daña el no estar con E1" (ibid., 3).

3. Naturaleza y malicia "La Sagrada Escritura los llama enemigos de Dios, porque se oponen a El, no por su naturaleza, sino por sus vicios, aun cuando ciertamente no dañan a Dios, sino que ellos se dañan a sí mismos..., y no precisamente por otra razón, sino por la que corrompió el bien de su naturaleza. No es esta naturaleza la enemiga de Dios; lo es su maldad, porque lo malo se halla en oposición a lo bueno. Y ¿quién negará que Dios es el sumo bien? Por lo tanto, el vicio es contrario a Dios como la maldad a la bondad". "No hay ningún mal que pueda perjudicar a Dios, sino sólo a las naturalezas mudables y corruptibles, cuyo mismo vicio es testimonio de su bondad, porque, si no fuesen buenas, el vicio no podría dañarlas. ¿Qué otra cosa hace el mal cuando les perjudica, sino robarles la integridad, la belleza, la salud, el poder y todo lo que suele disminuir y borrar en las naturalezas buenas?" "El vicio no puede darse en el sumo bien, pero tampoco puede existir más que en el bien. El solo bien puede existir; el solo mal, nunca, porque hasta las mismas naturalezas que por defecto de su mala voluntad se han visto viciadas, en cuanto viciadas son malas; en cuanto naturalezas, buenas" (ibid., c.3: 350-351).

4. El secreto de la felicidad angélica "Así, pues, la causa verdadera de la felicidad de los ángeles consiste en que están unidos al ser por excelencia. Y si buscáis la causa de la desgracia de los ángeles malos, encontraréis que consiste en que se han separado del que es sumo bien, volviéndose hacia sí mismos, que no son tales. Y ¿cómo se llama este vicio, sino soberbia? El pecado es el principio de la soberbia (Eccli. 10,15). No quisieron refugiarse dentro de su fortaleza (Ps. 58,10), Y los que hubieran sido grandes uniéndose al que es sumo, al preferirse a sí mismos, llegaron a ser casi nada. Este es el principal defecto, la máxima necesidad y el vicio mayor de su naturaleza, que fue creada no para ser suma, pero sí para gozar de la felicidad de que disfruta el que lo es. Por haberse apartado de El, no sólo no gozarán de ninguna felicidad, sino, lo que es peor, se volverán desgraciados".
5. La mala voluntad carece de causa eficiente MAL/CAUSA-EFICIENTE: "La mala voluntad es la causa del mal, y ella a su vez no tiene causa..., porque no hay una primera voluntad mala que crease malas voluntades". "No es que exista un ser inferior que haya creado las voluntades malas; es que la voluntad creada apeteció perversa y desordenadamente los seres inferiores". Dos voluntades contemplan una misma hermosura corporal; la una se sostiene pura, la otra peca, ¿quién tiene la culpa? "¿Qué ha ocurrido allí ? Que la una ha querido faltar a la virtud de la castidad, y la otra no" (ibid., c.6: 353-354). "Nadie busque la causa eficiente de una mala voluntad, porque no encontrará causa eficiente, sino deficiente... Separarse del que lo es todo para inclinarse a lo que es menos, es el comienzo de la mala voluntad. Y querer encontrar la causa de estas defecciones, que en realidad no son eficientes, sino deficientes, es lo mismo que pretender ver las tinieblas u oír el silencio... Nadie me exija que sepa lo que yo sé que ignoro..., y todo aquello que no consiste en una realidad, sino en su privación, no puede decirse ni entenderse, como no sea sabiendo que no se sabe" (ibid., c.7: 355-356).

b) CIENCIA DEL DEMONIO

1. Ciencia sin caridad El nombre de demonio daimones según los clásicos (Platón en el Cratylo y Lactancio en sus Institut. 1.2), se deriva de ciencia o sabiduría. El demonio en realidad era sabio, pero la ciencia hincha y la caridad edifica (1 Cor. 8,1), lo cual quiere decir que la ciencia no aprovecha si no va unida a la caridad. "Los demonios tienen ciencia, pero sin caridad, y por ello están tan hinchados y soberbios que desean se les tributen, y, en cuando pueden, trabajan por conseguirlo, los honores divinos y el servicio de la religión, que no ignoran deben concederse sólo a Dios. No comprenden bien los hombres, hinchados también de una soberbia inmunda y parecidos en su falsa ciencia a los demonios, cuánto aprovecha la humildad de Dios, que apareció en forma de siervo, contra aquella soberbia de Satanás, que se había aprovechado del género humano por haberlo éste merecido" (De civ, Dei 9,20: PL, 41, 273 ) "Los demonios lo sabían muy bien, y por eso cuando veían al Señor revestido de nuestra carne, decían: ¿Qué te importa a ti de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos antes de tiempo? (Mt 1,24; Mt. 8.29). Con sus palabras demostraban su ciencia y su falta de caridad. Temían el castigo que les amenazaba y no amaban su justicia.

2. Su conocimiento limitado de Cristo "(Cristo) se les dió a conocer en la medida que El quiso, y tanto quiso cuanto convino. Pero se dió a conocer no sólo a los ángeles santos, que disfrutan de una eternidad participada, en cuanto que el Verbo de Dios está con ellos, sino a aquellos de cuya tiránica potestad vino a liberar a los predestinados para su reino y gloria veraz y verazmente sempiterna". "Se dió a conocer a los demonios no por la fe, que limpia los corazones, que es vida eterna, luz inconmutable que ilumina a los buenos, sino por ciertos efectos temporales de su poder y señales ocultísimas de su presencia que podían ser percibidas por los sentidos de aquellos espíritus malignos". En alguna ocasión juzgó oportuno suprimir esta luz y ocultarles la verdad, y por eso tentaron al Señor para conocer si era Hijo de Dios o no (ibid., c.21: 273-274).

3. Ciencia angélica "Esta ciencia de lo corporal y terrenal que hincha a los demonios es despreciada por los ángeles buenos, y no porque ellos ignoren todas estas cosas, sino porque tienen en tal estima a la caridad de Dios, que les santifica, y por la cual arden en santo amor hacia lo bello, no sólo incorpóreo, sino inconmutable e inefable, que desprecian todo lo que está debajo de ella y que no es Dios, incluso a sus mismas personas, para gozar totalmente, por ser buenos, del bien por el que ellos lo son". "Conocen certísimamente todo lo temporal y mudable, porque ven en el Verbo de Dios, por el cual se hizo el mundo, todas las causas... Los demonios no contemplan en la Sabiduría de Dios las causas eternas y en cierto modo cardinales de los tiempos, sino que adivinan las cosas con su experiencia, mucho mayor que la de los hombres, guiándose por ciertas señales ocultas para nosotros. En ocasiones se permiten incluso anunciar el futuro, pero muchas veces se equivocan por completo". Una cosa es conjeturar lo temporal basándose en lo mudable, y otra "prever los cambios de los siglos, apoyados en las leyes eternas e inconmutables de Dios, que viven en su sabiduría y en la voluntad divina, certísimas y potentísimas sobre todo" (ibid., c.22: 274).

C) EL DEMONIO, ESPÍRITU DE LAS TINIEBLAS Dios es luz y era El no hay tiniebla alguna (1 Io. 1,5). "¿Qué es la luz sino la caridad? ¿Quién podrá explicar estas palabras de otro modo?... Oye al apóstol Juan, que acabamos de citar y que a continuación dice: Dios es caridad (ibid., 4,8). Por lo mismo que Dios es luz, Dios es caridad, y, por lo tanto, la caridad es la luz que se difunde en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado... El que aborrece a su hermano está en tinieblas (1 Io. 2,11). Esas son las tinieblas en que el demonio y sus ángeles cayeron por soberbia... Ellos y el diablo se separaron de la luz y del calor, y, queriendo subir con soberbia y envidia, están ahora envueltos en dureza de hielo" (Ep. 140,22: PL 33,561). ________________________________________________

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