El demonio
B) El
demonio San Agustín trata incidentalmente, en diversas ocasiones, del
demonio, de su naturaleza y de su modo de tentar. Presentamos a continuación
dos o tres aspectos de este misterio de la persona del demonio analizados por el
Santo con su profundidad acostumbrada. Este tema aparece desarrollado
principalmente en De civitate Dei, contra los gentiles adoradores de los
demonios, y en su Líber contra manichaeos, quienes afirmaban la malicia
substantiva de Satanás.
a) EL
DEMONIO, SER BUENO, PERO CAÍDO CIUDADES-2/AGUSTIN-SAN SAS/PERFECCIÓN: Antes de
que comencemos a tratar de la creación del hombre, quisiera decir algo de los
ángeles "y su sociedad con los hombres, para que veáis que no existen
cuatro ciudades, dos de ángeles y dos humanas, sino únicamente dos, a saber,
la que está constituida por los hombres y ángeles buenos y la que esta formada
por los hombres y ángeles malos" (De civ. Dei 12,1,1: PL 41,347-355).
1.
Naturaleza buena, pero voluntad mala Los ángeles buenos y malos no se
diferencian porque estén dotados de diversas naturalezas, sino por su propia
voluntad, "porque los unos quisieron permanecer constantemente en el que es
el bien común a todos, a saber, Dios en su eternidad, verdad y caridad; y los
otros, deleitándose en su propio poderío, como si ellos fuesen su propio bien,
se apartaron del superior, común y beatífico, para buscar el propio, y
apreciando la fastuosidad de su excelencia en lugar de la excelsa eternidad, la
astucia de la vanidad en vez de la verdad certísima, los deseos de cada uno y
no la caridad individual, tornáronse engañadores, soberbios y envidiosos. Su
felicidad consistía en unirse a Dios. Por lo tanto, habremos de entender que su
desgracia estribaba en no permanecer en esta unión. Así, pues, si preguntáis
por qué los unos son felices, se os contestará con razón: Porque están
unidos a Dios. Y cuando preguntéis por qué aquellos otros son desgraciados, se
os responderá con razón también: Porque no están unidos a Dios, puesto que
no hay otro bien con el que las criaturas racionales e intelectuales puedan ser
felices sino Dios". No todas las criaturas pueden ser felices, por ejemplo,
las piedras ni los leños; "pero la que puede serlo no lo será nunca por
sí misma, ya que fue creada de la nada, sino por Aquel que la creó; si lo
consigue, es feliz; si la pierde, desgraciada. En cambio, Aquel que tiene la
felicidad en sí mismo y no en otro, nunca podrá ser desgraciado, porque no
puede separarse de si mismo" (ibid., 2).
2.
Perfección de la naturaleza angélica del demonio "Decíamos que bien
inconmutable no lo es sino el único, verdadero y bienaventurado Dios, y todo
cuanto El hizo es, sin duda, un bien, porque procede de El, pero mudable, pues
no salió de El, sino de la nada. Las criaturas no son ciertamente bienes sumos,
puesto que Dios lo es mayor. Sin embargo, lo son muy grandes, aunque mudables, y
pueden alcanzar la felicidad adhiriéndose al Bien inconmutable el cual de tal
modo es el suyo, que sin El necesariamente son desgraciadas". No creáis
que son de mejor condición que nosotros las criaturas que no pueden conocer la
desgracia porque tampoco diremos que los miembros del cuerpo son más felices
que el ojo por el hecho de que no pueden quedarse ciegos. Es más noble la
naturaleza que puede padecer y alcanzar la felicidad que la que no puede padecer
ni ser feliz. "Siendo esto así, aquellas naturalezas creadas en una
excelencia tal que, aunque mudables, pueden conseguir la felicidad uniéndose al
bien inconmutable, y que sólo siendo felices llenan una indigencia que nada
logra colmar sino Dios, esas naturalezas, si no se unen a El, son viciosas. Todo
vicio daña a la naturaleza, y por ello es contra naturam. Por lo tanto, el que
no se une a Dios y el que vive unido no se diferencian por su naturaleza, sino
por el vicio del primero". El vicio es malo; la naturaleza, buena. El ojo
es hermoso; la ceguera, triste. "Este mismo defecto de los ángeles malos,
que al no permanecer unidos a Dios les perjudica, como perjudica a la naturaleza
todo vicio, nos demuestra manifiestamente que Dios les dió una naturaleza tan
perfecta, que les daña el no estar con E1" (ibid., 3).
3.
Naturaleza y malicia "La Sagrada Escritura los llama enemigos de Dios,
porque se oponen a El, no por su naturaleza, sino por sus vicios, aun cuando
ciertamente no dañan a Dios, sino que ellos se dañan a sí mismos..., y no
precisamente por otra razón, sino por la que corrompió el bien de su
naturaleza. No es esta naturaleza la enemiga de Dios; lo es su maldad, porque lo
malo se halla en oposición a lo bueno. Y ¿quién negará que Dios es el sumo
bien? Por lo tanto, el vicio es contrario a Dios como la maldad a la
bondad". "No hay ningún mal que pueda perjudicar a Dios, sino sólo a
las naturalezas mudables y corruptibles, cuyo mismo vicio es testimonio de su
bondad, porque, si no fuesen buenas, el vicio no podría dañarlas. ¿Qué otra
cosa hace el mal cuando les perjudica, sino robarles la integridad, la belleza,
la salud, el poder y todo lo que suele disminuir y borrar en las naturalezas
buenas?" "El vicio no puede darse en el sumo bien, pero tampoco puede
existir más que en el bien. El solo bien puede existir; el solo mal, nunca,
porque hasta las mismas naturalezas que por defecto de su mala voluntad se han
visto viciadas, en cuanto viciadas son malas; en cuanto naturalezas,
buenas" (ibid., c.3: 350-351).
4. El
secreto de la felicidad angélica "Así, pues, la causa verdadera de la
felicidad de los ángeles consiste en que están unidos al ser por excelencia. Y
si buscáis la causa de la desgracia de los ángeles malos, encontraréis que
consiste en que se han separado del que es sumo bien, volviéndose hacia sí
mismos, que no son tales. Y ¿cómo se llama este vicio, sino soberbia? El
pecado es el principio de la soberbia (Eccli. 10,15). No quisieron refugiarse
dentro de su fortaleza (Ps. 58,10), Y los que hubieran sido grandes uniéndose
al que es sumo, al preferirse a sí mismos, llegaron a ser casi nada. Este es el
principal defecto, la máxima necesidad y el vicio mayor de su naturaleza, que
fue creada no para ser suma, pero sí para gozar de la felicidad de que disfruta
el que lo es. Por haberse apartado de El, no sólo no gozarán de ninguna
felicidad, sino, lo que es peor, se volverán desgraciados".
5. La
mala voluntad carece de causa eficiente MAL/CAUSA-EFICIENTE: "La mala
voluntad es la causa del mal, y ella a su vez no tiene causa..., porque no hay
una primera voluntad mala que crease malas voluntades". "No es que
exista un ser inferior que haya creado las voluntades malas; es que la voluntad
creada apeteció perversa y desordenadamente los seres inferiores". Dos
voluntades contemplan una misma hermosura corporal; la una se sostiene pura, la
otra peca, ¿quién tiene la culpa? "¿Qué ha ocurrido allí ? Que la una
ha querido faltar a la virtud de la castidad, y la otra no" (ibid., c.6:
353-354). "Nadie busque la causa eficiente de una mala voluntad, porque no
encontrará causa eficiente, sino deficiente... Separarse del que lo es todo
para inclinarse a lo que es menos, es el comienzo de la mala voluntad. Y querer
encontrar la causa de estas defecciones, que en realidad no son eficientes, sino
deficientes, es lo mismo que pretender ver las tinieblas u oír el silencio...
Nadie me exija que sepa lo que yo sé que ignoro..., y todo aquello que no
consiste en una realidad, sino en su privación, no puede decirse ni entenderse,
como no sea sabiendo que no se sabe" (ibid., c.7: 355-356).
b)
CIENCIA DEL DEMONIO
1.
Ciencia sin caridad El nombre de demonio daimones según los clásicos (Platón
en el Cratylo y Lactancio en sus Institut. 1.2), se deriva de ciencia o
sabiduría. El demonio en realidad era sabio, pero la ciencia hincha y la
caridad edifica (1 Cor. 8,1), lo cual quiere decir que la ciencia no aprovecha
si no va unida a la caridad. "Los demonios tienen ciencia, pero sin
caridad, y por ello están tan hinchados y soberbios que desean se les tributen,
y, en cuando pueden, trabajan por conseguirlo, los honores divinos y el servicio
de la religión, que no ignoran deben concederse sólo a Dios. No comprenden
bien los hombres, hinchados también de una soberbia inmunda y parecidos en su
falsa ciencia a los demonios, cuánto aprovecha la humildad de Dios, que
apareció en forma de siervo, contra aquella soberbia de Satanás, que se había
aprovechado del género humano por haberlo éste merecido" (De civ, Dei
9,20: PL, 41, 273 ) "Los demonios lo sabían muy bien, y por eso cuando
veían al Señor revestido de nuestra carne, decían: ¿Qué te importa a ti de
nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos antes de tiempo? (Mt 1,24;
Mt. 8.29). Con sus palabras demostraban su ciencia y su falta de caridad.
Temían el castigo que les amenazaba y no amaban su justicia.
2. Su
conocimiento limitado de Cristo "(Cristo) se les dió a conocer en la
medida que El quiso, y tanto quiso cuanto convino. Pero se dió a conocer no
sólo a los ángeles santos, que disfrutan de una eternidad participada, en
cuanto que el Verbo de Dios está con ellos, sino a aquellos de cuya tiránica
potestad vino a liberar a los predestinados para su reino y gloria veraz y
verazmente sempiterna". "Se dió a conocer a los demonios no por la
fe, que limpia los corazones, que es vida eterna, luz inconmutable que ilumina a
los buenos, sino por ciertos efectos temporales de su poder y señales
ocultísimas de su presencia que podían ser percibidas por los sentidos de
aquellos espíritus malignos". En alguna ocasión juzgó oportuno suprimir
esta luz y ocultarles la verdad, y por eso tentaron al Señor para conocer si
era Hijo de Dios o no (ibid., c.21: 273-274).
3.
Ciencia angélica "Esta ciencia de lo corporal y terrenal que hincha a los
demonios es despreciada por los ángeles buenos, y no porque ellos ignoren todas
estas cosas, sino porque tienen en tal estima a la caridad de Dios, que les
santifica, y por la cual arden en santo amor hacia lo bello, no sólo
incorpóreo, sino inconmutable e inefable, que desprecian todo lo que está
debajo de ella y que no es Dios, incluso a sus mismas personas, para gozar
totalmente, por ser buenos, del bien por el que ellos lo son".
"Conocen certísimamente todo lo temporal y mudable, porque ven en el Verbo
de Dios, por el cual se hizo el mundo, todas las causas... Los demonios no
contemplan en la Sabiduría de Dios las causas eternas y en cierto modo
cardinales de los tiempos, sino que adivinan las cosas con su experiencia, mucho
mayor que la de los hombres, guiándose por ciertas señales ocultas para
nosotros. En ocasiones se permiten incluso anunciar el futuro, pero muchas veces
se equivocan por completo". Una cosa es conjeturar lo temporal basándose
en lo mudable, y otra "prever los cambios de los siglos, apoyados en las
leyes eternas e inconmutables de Dios, que viven en su sabiduría y en la
voluntad divina, certísimas y potentísimas sobre todo" (ibid., c.22:
274).
C) EL
DEMONIO, ESPÍRITU DE LAS TINIEBLAS Dios es luz y era El no hay tiniebla alguna
(1 Io. 1,5). "¿Qué es la luz sino la caridad? ¿Quién podrá explicar
estas palabras de otro modo?... Oye al apóstol Juan, que acabamos de citar y
que a continuación dice: Dios es caridad (ibid., 4,8). Por lo mismo que Dios es
luz, Dios es caridad, y, por lo tanto, la caridad es la luz que se difunde en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado... El que
aborrece a su hermano está en tinieblas (1 Io. 2,11). Esas son las tinieblas en
que el demonio y sus ángeles cayeron por soberbia... Ellos y el diablo se
separaron de la luz y del calor, y, queriendo subir con soberbia y envidia,
están ahora envueltos en dureza de hielo" (Ep. 140,22: PL 33,561).
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