Lo extraordinario de lo ordinario
(Comentario
Evangelio de San Juan, 8, 1)
CRC/GLORIFICAR-D
ALABANZA/CREACION: El milagro con el que Nuestro Señor Jesucristo convirtió el
agua en vino no es una maravilla a los ojos de quienes saben que fue obrado por
Dios. En efecto, el que durante las bodas produjo el vino en las seis ánforas
que mandó llenar de agua, es el mismo que todos los años hace algo semejante
en las vides. Lo que los servidores echaron en las hidrias, fue transformado en
vino por obra de Dios, lo mismo que también por obra de El se cambia en vino lo
que cae de las nubes. Si no nos maravillamos de esto, es porque sucede todos los
años y por la frecuencia ha dejado de ser admirable.
Sin
embargo, esto merecería mayor consideración de lo que sucede dentro de las
ánforas con agua. ¿Quién puede, en efecto, considerar las obras del Señor,
con las que rige y gobierna el mundo entero, sin pasmarse de asombro ni quedar
como aplastado ante tantos prodigios? La potencia de un grano de semilla
cualquiera es tan grande que casi hace estremecer de espanto a quien lo
considera con cuidado. Pero como los hombres, ocupados en otras cosas, han
dejado de prestar atención a las obras de Dios, por las que sin cesar deberían
glorificar al Creador, Dios se reservó hacer prodigios inusitados para inducir
a los hombres, que están como amodorrados, a adorarlo a través de estas
maravillas.
Resucita
a un muerto, y los hombres se llenan de admiración, nacen miles de personas
todos los días, y ninguno se extraña. Sin embargo, si se examina bien, mayor
milagro es el comenzar a ser quien no era, que el retornar a la vida quien ya
había sido. Y es el mismo Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, quien
mediante su Verbo hace estas maravillas, y el que las ha hecho, las gobierna.
Los primeros milagros los ha obrado por medio de su Verbo, que está en Él y es
Dios mismo; los segundos, por medio de su mismo Verbo encarnado y hecho hombre
por nosotros. Del mismo modo que admiramos las cosas realizadas por medio de
Jesús hombre, admiremos las obradas por medio de Jesús Dios. Por medio de Él,
fueron creados el cielo y la tierra, el mar y toda la hermosura del cielo, la
opulencia de la tierra y la fecundidad de los mares. Todo lo que se extiende
delante de nuestra vista, fue creado por medio de Jesús Dios. Al contemplar
estas cosas, si en nosotros reside su Espíritu, nos alegrarán de tal forma que
alabaremos al Artífice, y no harán que lo olvidemos, distraídos por sus
obras, ni que volvamos la espalda al que las creó.
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