Plegaria a la Santísima Trinidad
(Sobre
la Trinidad, XV; 28)
Señor
y Dios mío, en Ti creo, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No diría la Verdad: id,
bautizad a todas las gentes en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo (Mt 28, 19), si no fueras Trinidad. Y no mandarías a tus siervos ser
bautizados, mi Dios y Señor, en el nombre de quien no es Dios y Señor. Y si
Tú, Señor, no fueras al mismo tiempo Trinidad y un solo Dios y Señor, no
diría la palabra divina: escucha, Israel; el Señor, tu Dios, es un Dios único
(Dt 6, 4). Y si Tú mismo fueras Dios Padre y fueras también Hijo, tu palabra
Jesucristo, y el Espíritu Santo fuera vuestro Don, no leeríamos en las
Escrituras canónicas: envió Dios a su Hijo (Gal 4, 13); y Tú, ¡oh
Unigénito!, no dirías del Espíritu Santo: que el Padre enviará en mi nombre
(Jn 14, 26); y: que Yo os enviaré de parte del Padre (Jn 15, 26).
DESEO/BUSQUEDA/AG:
Fija la mirada de mi atención en esta regla de fe, te he buscado según mis
fuerzas y en la medida que Tú me hiciste poder, y anhelé ver con mi
inteligencia lo que creía mi fe, y disputé y me afané mucho. Señor y Dios
mío, mi única esperanza, óyeme para que no sucumba al desaliento y deje de
buscarte; haz que ansíe siempre tu rostro con ardor. Dame fuerzas para la
búsqueda, Tú que hiciste que te encontrara y me has dado esperanzas de un
conocimiento más perfecto. Ante Ti está mi firmeza y mi debilidad: sana ésta,
conserva aquélla. Ante Ti está mi ciencia y mi ignorancia, si me abres, recibe
al que entra; si me cierras, abre al que llama. Haz que me acuerde de Ti, que te
comprenda y te ame. Acrecienta en mí estos dones hasta mi reforma completa.
Sé que está escrito: en las muchas palabras no estás exento de pecado (Prv 10, 19). ¡Ojalá sólo abriera mis labios para predicar tu palabra y cantar tus alabanzas! Evitaría así el pecado y adquiriría abundancia de méritos aun en la muchedumbre de mis palabras. Aquel varón a quien Tú amaste no ha aconsejado el pecado a su verdadero hijo en la fe, cuando le escribe: predica la palabra, insiste con ocasión y sin ella (2 Tim 4, 2). ¿Acaso se podrá decir que no habló mucho el que oportuna e importunamente anunció, Señor, tu palabra? No, no era mucho, pues todo era necesario. Líbrame, Dios mío, de la muchedumbre de palabras que padezco dentro de mi alma, miserable en tu presencia, pero que se refugia en tu misericordia.
Cuando
callan mis labios, que mis pensamientos no guarden silencio. Si sólo pensara en
las cosas que son de tu agrado, no te rogaría que me librases de la abundancia
de mis palabras. Pero muchos son mis pensamientos; Tú los conoces. Son
pensamientos humanos, pues vanos son. Otórgame no consentir en ellos, sino haz
que pueda rechazarlos cuando siento su caricia. No permitas nunca que me detenga
adormecido en sus halagos. Jamás ejerzan sobre mí su poderío ni pesen en mis
acciones. Con tu ayuda protectora, sea mi juicio seguro y mi conciencia esté al
abrigo de su influjo.
Hablando
el Sabio de Ti en su libro, hoy conocido con el nombre de Eclesiástico, dice:
muchas cosas diríamos sin acabar nunca; sea la conclusión de nuestro discurso:
Él lo es todo (Sir 43, 29).
Cuando
lleguemos a tu presencia, cesarán estas muchas cosas que ahora hablamos sin
entenderlas, y Tú permanecerás todo en todos. Entonces modularemos un cántico
eterno, alabándote a un tiempo unidos todos en Ti.
Post a Comment: